14 de abril de 2009

EL PERRO DEL HORTELANO NI COMÍA NI DEJABA

Después de un mes sin escribir en el blog por las ajetreadas fechas que hemos dejado atrás, de las que algunos se recuperan con más tranquilidad y despreocupación que otros, me animo a opinar de un tema del que no puedo ni debo y, además, no quiero dejar escapar.

Me refiero, por desgracia pero una vez más, al contexto de cada Viernes Santo.

Lo haré de forma cronológica, desde que este Calvario comenzara en el año 2003, camino ahora de siete años, cuando la Cofradía del Santo Sepulcro, después de numerosas conversaciones y trabajos previos, consiguió recuperar para el culto una imagen que estaba perdida, dejada y olvidada, apartada y menospreciada por todos para darle un culto adecuado y que no siguiera como seguía desde que Franco gobernaba España, que desde entonces ha llovido.

Nuestra Señora de la Esperanza, Semana Santa 2009.

En el año 2004 salía por primera vez en Procesión Nuestra Señora de la Esperanza causando en unos, impresión; en otros, estupor y en los que más, satisfacción y alegría. Pues desde ese momento comenzó contra la Cofradía del Santo Entierro una auténtica estrategia de acoso y derribo con la única premisa del “todo vale” para intentar tumbar a esta Hermandad y dejarla como la ciudad de Cartago: que no quede piedra sobre piedra y además, sembrarla con sal. Son cinco años en los que todo ha servido para convertir a la Junta de Gobierno, y por ende a la Hermandad en pleno, en “reos de muerte” cada vez que se aproxima una Semana Santa o cada vez que pasa un Viernes Santo. Quinto año consecutivo que confirma esta sucia tradición.

En el horizonte de una nueva Semana Santa, que la Cofradía de la que formo parte de su Junta de Gobierno comienza a preparar allá por el mes de octubre, como viene siendo habitual desde hace tiempo, tomó y aprobó en Asamblea General todos los acuerdos necesarios para la Cuaresma y Semana Mayor que acabamos de pasar, pues ni eso sirve, ni eso se respeta ni nuestro trabajo se valora.

No sé, porque no seré yo quien juzgue, si la posición y el proceder y la conducta de la Cofradía del Santo Sepulcro es la mejor, la más adecuada. Evidentemente la llevamos defendiendo y sosteniendo desde el 2004 y lo seguiremos haciendo. Nos felicitamos porque cada año que pasa, como esto es lo acostumbrado, son más los que se suman a nuestra postura y ya en esta ocasión, es una mayoría del pueblo y una sensación generalizada la que nos confirma que llevamos razón, lo cual nos alegra.

Nuestra Señora de la Esperanza, Semana Santa 2008.

Públicamente lo hice en su momento y de nuevo pido disculpas si en algún momento del Viernes Santo pude molestar a alguien, pero he aquí mi conciencia tranquila por tener claro que mi comportamiento fue un comportamiento que se correspondía con la situación que vivíamos en ese momento y en el día en el que nos encontrábamos: nada de espectáculos y comportamientos impropios de personas que representan a colectividades tan importantes en nuestro pueblo. Y lo mismo se comportó la Hermandad y su Junta de Gobierno, lo repito: nos encontramos libres de culpabilidad y libres de vergüenza propia, con la conciencia tranquila, como cada año.

Lo que ahora vengo a decir no viene a representar en nada la postura de la Junta de Gobierno sino más bien son reflexiones de este que lleva viendo y viviendo, cansado ya, cinco años consecutivos esta representación de un despotismo oneroso que raya lo vergonzoso, bochornoso, obsceno, indecoroso, escandaloso y deshonroso.

Lo que se vivió el pasado Viernes Santo antes de la Procesión del Santo Entierro fue algo lamentable, deplorable, irritante y despreciable. No merecen nada más que los calificativos que acabo de mencionar y los del párrafo anterior, también. Voy a calificar la situación y las circunstancias que se sucedieron y no el comportamiento de las personas que fueron protagonistas de aquel encuentro premeditado y cuyas decisiones fueron perfecta y previamente planeadas, no me cabe duda. Lo vengo haciendo desde hace años: "no juzguéis y no seréis juzgados", por eso mismo no juzgo a nadie, allá cada cual con su actitud.

Evidentemente, como en botica, hay de todo. Y como en botica hay de todo, pues hubo conductas dignas de ser destacadas frente a aquellas que se han querido erigir desde antaño en personas “dueñas y señoras” de su Hermandad y de las demás. Y no sé ni cómo ni porqué, pero consiguen mandar y disponer en donde no son llamadas ni donde tienen responsabilidades pero también allá aquellos que se somenten a imposiciones y no defienden unas posturas prudentes, razonables e incluso me atrevería a decir que inteligentes. No seré yo quién les diga lo que tienen que hacer.

Fue un espectáculo lamentable en el que se mostraron las cobardías y las traiciones de una serie de personas que quieren disponer en todo y en todos, pero cuando no pueden con aquellos que defienden con tesón, voluntad y convencimiento una postura, deben hacerles la vida imposible de la forma que sea, a toda costa y al precio que sea.

Pero de nuevo supimos demostrar que nosotros no gozamos de dispensas ni protecciones ni favores ni exclusivas. Oye, ni las queremos. Ni falta que nos hacen. Los privilegios, para los que mandan. Nosotros tenemos la conciencia tranquila y lo que hemos hecho lo seguimos haciendo. Y lo seguiremos haciendo.

Y de nuevo supimos demostrar que aun fresca la herida en la que metieron sal, aún sin cicatrizar la herida que nos reabrieron horas antes, fuimos los primeros, y casi los únicos, como siempre, que nos arremangamos como lo hemos hecho en tantas ocasiones y como lo vamos a seguir haciendo, para que todo estuviera listo y preparado. Naturalidad, modestia, sencillez.

Nosotros somos los mismos. Nosotros no somos cambiantes pero creo que ha llegado el momento de cambiar cosas elementales en nuestra Cofradía. Hemos cedido tantas veces, qué digo tantas, hemos condescendido siempre y creo que es el momento de que nuestras reivindicaciones sean escuchadas y no humilladas.

1 comentario:

Luis Morales dijo...

Nunca entenderé estas cosas en torno a las cofradías y hermandades. Todos estamos en torno al mismo Dios, con María por Camino y Cristo como única meta. Con esa base clara, el resto sobra siempre. Queda aún mucho trabajo por hacer.